jueves, 23 de febrero de 2012

DE MEDICOS...

Hay muchas cosas en esta vida que no entiendo, y a las cuales no busco explicación. No las entiendo y punto! Pelota! No las entiendo… Y como no estoy pilura perdida (o si, pero prefiero pensar que no), pues directamente como Escarlata O’Hara, me digo a mi misma: Ya lo pensaré mañana, y mañana se me ha olvidado.

Hay una que no entiendo, y que por más que busco explicación y le doy vueltas, preguntando a mis prójimos, nadie me ha explicado de forma convincente, y es: el afán desmesurado de la peña por ir al médico!!!

Pero ¿¿¿qué tiene el médico para que todo el mundo quiera ir tanto!!! ¿Es qué regalan algo a lo que yo, todavía, no he tenido acceso?

¡¡¡No lo entiendo!!!!

Para mi ir al médico es un suplicio, y además, cuando voy, me pasa como con el coche, que hace un ruido y cuando llego al taller, ya no lo hace, y quedo como una auténtica estúpida!!! Pues en el médico igual…

He estado más de cuatro años con un dolor de oído rarísimo e intermitente (quiero decir, por épocas). Tosía y me dolía. Me bañaba en el mar y me dolía. Me daba un poquito de viento y me dolía. Y en ocasiones, me dolía el oído incluso cuando movía la cabeza… Cuando ya, por fin, me convencieron de que tenía que ir al médico, cogí hora y fui. (Por supuesto cuando fui no era de la época en la que me dolía. Pero como esto no avisaba, fui.)

El otorrino me metió tubos y cables por todos los agujeros de la cabeza: oídos, nariz y boca… Iba con mi amiga M. que me dijo que me había portado “muy bien, como una mayor” (creo que pensaba que me iba a poner como la niña de “El Exhorcista”). La conclusión del otorrino es “nada, no tienes nada”… Joder! “Y… ¿porqué me duele?”“No sé, quizá deberías volver cuando te doliera” … Qué bien… Desde entonces, no me ha vuelto a doler. Problema solucionado sin necesidad de intervención médica.

He tenido un hombro dolorido durante dos años. Pues no me ha vuelto a doler desde octubre… ¿Por qué? No lo sé. Se me ha pasado solito. No entiendo porqué, pero el dolor ha desaparecido y eso que este verano aproveché que coincidí en una cena con un traumatólogo especialista en hombro (un tío absolutamente encantador, por cierto) para hablarle de mi dolencia, que me dijo que yo tenía una ““tendinitis supraespinal”, para la que tendrían que hacer radiografías, ejercicios de rehabilitación, medicación y, si todo esto no fuera suficiente, me harían inflirtraciones”… Ja! Ja! Ja! … Se me curó solita!!! Y no digo que no tuviera la “tendinitis” dichosa… Digo que aquello, tal cual lo comenté con un médico, se me pasó!

La ESTRELLA y el PLANETA, gracias a Dios, no saben quien es su pediatra… Básicamente, porque yo, cuando se ponen malos les llevo a urgencias. Y me dan muchísima envidia esas madres que saben en que percentil está su hijo con 14 años, conocen perfectamente los “coadyuvantes contraindicados” que tienen las vacunas que les ponen a sus niños de 11 tacos, las adversidades que pueden darse tras una gripe A y se saben el calendario de vacunación de memoria…

Yo soy un desastre. Y gracias a Dios tengo unos niños sanos y fuertes, y sé, positivamente, que después de escribir esto, empieza una cuenta atrás irremediable para ir a Urgencias en menos de una semana…

Basta con decir “Hace mucho que no se ponen malos los niños ¿verdad?” para que en esa misma semana caigan los dos, y acabes a las tres de la mañana en Urgencias con un fiebrón de 39, que sabes que o bien son anginas, pero que necesitas la receta para la “amoxilicina” de las narices, que si tiene “clabulánico” destrozará por imperativo legal el estómago del rumiante, pero que le tienes que dar porque es más efectiva, y por tanto durante la próxima semana lucharás contra las anginas y la diarrea de tu cachorro, o bien será una otitis, que se le habrá desinflamado con el Dalsy que le has dado justo antes de salir de casa y quedarás como una histérica delante del médico de urgencias que te dirá que sigas alternando “Dalsy” con “Apiretal” cada cuatro horas… Por supuesto, en este último caso, acabarás insultando al pobre niño, por quejarse de cosas que son mentira, porque “no te duele… Es mentira!!! Y mañana mamá se tiene que levantar temprano para ir a trabajar y tú vas a ir al cole hecho trizas”… Lo peor, es cuando por la mañana, los restos mortales que quedan de ti van a despertar al niño, ves que ese oído, que no tenía nada, ha empezado a supurar… Y tienes que llamar al trabajo y decir que llegas tarde porque, ahora si, has de ir al pediatra con la oreja de tu niño en plena ebullición de pus.

Ahora bien… Hay dos médicos por los que no soporto pasar…

Ginecólogo y dentista…

Me siento taaaaaaaaaaaaannnnnnnn desgraciada!!!!!!

Me da igual si lo que abro son las patas o la boca… Me da absolutamente igual, por los dos sitios soy muuuuuyyyyyyyyyyyy desgraciadaaaaaaaaa!!!!!!!!!

El tema ginecólogo no lo voy a profundizar… Es nuestro, muy nuestro… Y hablo de “nuestro” en femenino, pero para hacer un simil diré que nosotras nos sentimos en el gine, igual que vosotros cuando os hacen un “tactito rectal”… Y ya. No hablo más!

Pero el tema dentista…

No se puede estar más indefensa, más insegura, más expectante del dolor que llega o va a llegar, más aterraza por los sonidos que se van a oir dentro de mi cabeza, más entregada a la causa (o al pollo-causante) que cuando se está en el dentista. Y él lo sabe. Él lee en tus ojos el pánico absoluto, él ve tu entrega, él ve tus miedos y tus miserias… El dentista se aprovecha totalmente de que eres un reo condenado de antemano sin juicio.

¡¡¡Y solamente por abrir la boca!!! ¡¡¡Qué coño tiene la boca para hacernos sentir en tal indefensión!!!

Como un gesto tan sencillo como abrir la boca, nos puede generar esa sensación de entrega, de “haz conmigo lo que quieras”, de “soy tuya, destrózame ya!!!” 

Yo además tengo un problema añadido, y es que tengo la mandíbula desencajada… Cuando era joven y lozana, una día de verano, fui a tirarme de cabeza a la piscina y oí un “mira, mira, se va a tirar Mara, mira qué bien se tira!”… Y me vine arriba!!! Totalmente!!! Me entregué a intentar hacer la carpa con doble tirabuzón!!! La posturita en cuestión salió, pero el impacto con el agua fue la leche!!! Noté un “crack” en la cara… Noté que se me descoyuntaba el cerebro… Noté que me acababa de matar contra algo… Y pensé… “Joder! Me he pegado contra el suelo de la piscina!!!” Y no! No! … Simplemente, en mi esfuerzo por parecer Ana Paulova, caí al agua con la boca abierta!!! O semiabierta!!! O semicerrada!!! O yo que coño séééééééé!!! Sólo sé que desde entonces mi mandíbula no ha vuelto a ser la misma…

(Hago un inciso para aclarar que gracias a que estaba mojada, nadie vió rodar las lágrimas por mis mejillas y que me acerqué medio a braza, medio a perrito al bordillo, apoyé allí la cabeza, y esperé veinte minutos a que se me pasara el lechazo que me acababa de pegar, mientras escuchaba: “Has visto, da gusto verla!!!” y yo pensaba: “Gusto cabrona! Por tu culpa casi me parto en dos la jeta y la crisma!!!”… Por supuesto, no fue por su culpa, fue por la mía, pero ¡¡¡qué difícil es reconocer los errores propios oye!!!)

Bueno, pues esta “rotura mandibular” implica que cuando llevo un rato en el dentista, se me desencaja/engancha/atasca “por detrás” y eso hace que cuando el dentista te dice “Cierra”, no puedas… Y tampoco puedas hablar, porque se te han montado los huesos a la altura de la oreja y no puedes articular palabra, por lo cual además de paralizada, estás aterrada porque crees que van a empezar a abofetearte por desobediente…

Una de las últimas visiones del dentista que tengo es superacogedora: La enfermera sujetándome los brazos y el dentista, semimontado encima mío y semimontado en la camilla, con las dos manos a los lados de mi cabeza intentando cerrarme la boca, y yo, con los ojos como dos paelleras intentándole explicar que si me deja hacer un gestito mandibular, desencajo el tema y escupo, abro, cierro, gargareo, vomito, rebuzno y todo lo que él me diga…

Ahora, cada vez que voy al dentista, que es un amigo mío le recuerdo: “Te acuerdas que tengo desencajada la mandíbula ¿verdad? Nos vamos a llevar bien y a respetar, ¿a qué sí? Tú me dices “cierra” y yo hago “clack” en el por detrás y cierro, pero dame tres segundos ¿vale? No te impacientes…”

Odio ir a los médicos, y no entiendo porqué a la peña le gusta tanto…

4 comentarios:

El 16 en discordia dijo...

Yo también odio ir al medico,es mas no recuerdo la ultima vez que fui.
Y lo del dentista es un caso aparte,puesto que debería tener un bono-boca ya que la tengo echa una mierda ¡Con perdón!Pero como voy a ir al dentista si la ultima vez que intente arreglarme la piñata me dijo el tío:abre la boca, yo inocente de mi la abro,me pinchan se le cae la aguja dentro,la recuperan la aguja y se mete el tío dentro de mi boca con lo cual yo solo podía verle los pies, me dice levanta la mano cuando te haga daño y yo no era capaz de bajar la mano, me dolía solo de verle venir.Recuerdo que fui con el coche y la gente cuando me viera pensaría que venía de un entierro de la llantera que llevaba.Pero lo peor de todo es cuando piensas las perrerías que te han echo y la pasta que te han cobrado.
Se que tengo que volver,pero voy a apurar al máximo y voy a solicitar anestesia general.

Mara dijo...

16: Que sepas que recuerdo perfectamente tu época de problemas con la piñata... No es muy lejana. Un beso

TORO SALVAJE dijo...

No puedo con los dentistas.
Me pelearía a puñetazos con ellos.

Besos.

Uri Contini dijo...

La verdad es que voy poquísimo, no entiendo la gente que le encanta ir, y mucho menos los corrillos de mesa camilla que se forman en la sala de espera...ahí es cuando sale mi lado muy borde y suelo soltar bombas del estilo: Aqui viene gente enferma, respeten el silencio, para hablar de sálvame vayan al parque o al hogar del jubilado. Cuando toca mi turno vuelve el run-rún y suelo oir de fondo...este quién se cree...

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