lunes, 15 de abril de 2013

VECINOS...

Pocas personas viven en mitad del monte, en un chalet individual o solos en una casa en la que no tengan que relacionarse con sus vecinos. Por tanto, la mayoría de las personas vivimos en comunidad. Tenemos que intentar vivir en “paz y armonía” con gente que nos importa un pimiento pero con los que nos cruzamos en el rellano, planta, bloque y urbanización.

Compartimos con personas absolutamente desconocidas escaleras, ascensores, garaje, portal, con un poco de suerte hasta piscina, pista de tenis o paddle y zonas comunes donde los niños corretean y los bebotes hacen castillos en un arenero…

Das los “buenos días!” con una sonrisa por la mañana cuando te vas a trabajar. Hablas del tiempo “ufff que frío ha hecho hoy!” cuando esperas al ascensor que se ha quedado atascado en el quinto pino y parece que no va a bajar nunca. Rompes los silencios interminables hablando de los hijos, dentro del elevador, procurando que sea menos incómodo el momento de la espera hasta llegar a tu hogar, dulce hogar… “oye! He visto a tu niña el otro día… ¡¡¡Cómo está de mayor ya!!!”. Ayudas a subir la compra si te encuentras a un pobre desvalido lleno de bolsas por la escalera…

Pero en realidad, no sabes nada de su vida. No les conoces. No sabes de que pie cojean. Vives rodeada de auténticos desconocidos, de los que te haces una idea (absurda y de mentira) por los escasos encuentros que tienes con ellos, y todo lo que has hablado y vivido con tus vecinos y la idea maravillosa que has sacado de ellos, se desvanece cuando vas a una Junta de Propietarios.

Las Juntas de Propietarios (o Vecinos) te abren los ojos y te dejan ver el pelaje de la peña con la que convives. Te das cuenta de que cada uno va a lo suyo, de que a nadie le importa una mierda lo que a ti te pase o lo que necesites y sobre todo, si miras un poquito los números de la contabilidad, eres consciente de que “alguien” se está llevando la pasta con una tranquilidad y un primor que ya te gustaría a ti para los días de fiesta…

Antes, hace años, yo iba encantada y feliz a las Juntas de Vecinos. Iba con F50 y con D. Yo era la encargada de pasar a por la cena antes. Paraba en Rodilla, compraba dos docenas de sándwiches y llegaba pelada de tiempo a la Junta. Allí estaba D. que se encargaba de las bebidas… Cervecitas por supuesto! Y F50 que llevaba el postre…

Me limitaba a flipar con la gente que me rodeaba, partirme de risa de las chorradas a las que la peña daba una importancia voraz y veraz, votaba lo que me apetecía y no entraba nunca en controversia con nadie… Me reía de las estupideces que protestaban algunos, alucinaba con los conocimientos sobre tuberías y almendros que tenían los más antiguos de la Urbanización, y siempre salíamos con un nuevo mote para una vecina que era absolutamente desconocida y que había aparecido por allí, como por arte de magia.

F50 se marchó de la urbanización. D. se negó a volver y yo he decidido delegar el voto en un seguidor del blog. Confío plenamente en él y todo lo que haga y vote me parecerá bien.

Pero antes de llegar a este pasotismo vecinal, intenté saber como eran los vecinos de mi casa.

Mal hecho.

La frase de que “Cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre” se queda corta y escasa cuando estamos hablando de los vecinos. En una Junta de Vecinos hay marcianos, lunáticos, selenitas, psicópatas y habitantes del planeta Io. Ninguno somos de la Tierra… Todos estamos pendientes de que la NASA haga un estudio exhaustivo sobre nuestras posibles reacciones en el momento de emitir el voto vecinal.

Esa vecina ideal y encantadora del tercero, se convierte en la niña de “El Exorcista” cuando pretendes que pode su abeto porque no te deja ver tu piscina (y es comprensible, el abeto tiene diez años y ella lo plantó el mismo día que tomó posesión de su casa y también se entiende que tu lo quieras podar, has pagado una pasta por tu casa y quieres ver la piscina).

Ese hombre educado y sonriente, pasa a ser el Increíble Hulk el día que deciden poner focos a la pista de tenis y dar la posibilidad de jugar por las noches (y es comprensible, su habitación da a la pista y a él le gusta acostarse pronto porque madruga al día siguiente, y estar escuchando el “cloc, cloc, cloc” de la pelotita es incomodísimo, pero claro, tú llegas de currar a las ocho, y te encanta pelotear, aunque sea tarde, con tu vecino del segundo. Es el único momento que puedes sacarle partido a la pista de tenis)

Esa madre ideal y pacífica se convierte en una hidra el día que deciden sustituir el tobogán oxidado de los niños por un columpio de dos plazas (y es comprensible, ella tiene tres niños y si solo ponen dos plazas uno se le queda colgado y aburrido, pero claro a ti te revienta la meninge tener que ir a urgencias cada dos por tres a poner la antitetánica al niño porque se ha cortado con la escalerita del tobogán)

Así, podríamos destripar a todos los vecinos ideales y monísimos que nos encontramos en el felpudo de casa…

El problema radica en que aunque la Junta se llame de Comunidad o de Vecinos, cada uno está mirando su propio ombligo sin querer analizar o sopesar las posibles necesidades de los de al lado y por tanto, llegar a un acuerdo sin intentar comprender a tu colateral de rellano, es prácticamente imposible.

Y ahora voy a narrar por qué no he vuelto a una Junta de Vecinos.

Una vez, sólo una, no sé ni como ni por qué, nadie, salvo yo, pudo ir… y todas mis amigas delegaron su voto en mi, con unas instrucciones distintas… Allí estaba yo, chiquitita y afligida, con 4 votos y el mío.

Yo tenía claro lo que quería votar. Era fundamental cambiar la zona de los columpios de los niños. Estaba hecha una mierda y no paraban de cortarse y hacerse pupas y raspones... F50 decía “si” a los columpios (por mis niños), “no” a la rampa del garaje, “no” a las puertas innifugas y “si” al cambio de administrador. Ella votaba asi, porque ya se marchaba de casa y le daba igual lo que saliera. D, por su parte, decía “si” a los columpios, “si” a la rampa del garaje, “si” a las puertas innifugas y “no” al cambio de administrador. Rosa decía que “no” a todo, no le salía de las narices gastarse un duro más. Yo intente convencerla para que me dejara cambiar los columpios, pero no hubo manera. Y otra me dijo que votara a todo que “si”…

(Sé como se escribe “ignifugas”, pero es que tengo un vecino parecidísimo física y semánticamente a Jesús Gil que habla siempre, siempre, siempre de las puertas “innifugas”)

En el momento de votar, una vecina se giró y me dijo “ojito eh mona!!! Porque si no votas con todos tus votos que “si” a las puertas innifugas, todos los que estamos aquí votaremos que “no” a tus columpios…”

Joderrrrrrrr!!! Qué agresividad!!! Esto es extorsión!!!

“Oye, es que yo tengo instrucciones de mis poderdantes-delegadoras del voto”“Me da igual, si no das tus cinco votos a las puertas innifugas, despídete de cambiar los columpios”… Coooooooño!!! “Y ahora que hago????” Llamé a F50, pero no me cogió… Llame a Rosa, pero tampoco me cogió… Ufff… Qué mal rollo colega!!!

En el momento de votar quise ponerme a llorar… “¿Votos a favor de las puertas innifugas?” Y veo a la cabrona que se da la vuelta y me mira… Y yo pensando en la ESTRELLA y el PLANETA… Y sus columpios nuevos… Diosssssss Mioooooooo!!! … Me quiero irrrrrrrrrrrr de aquiiiiiiiiiii!!!!!!!!!

No voy a contar, literalmente, lo que hice. Sólo sé que tuve el único pollo que he tenido en mi vida con F50 y fue un pollo de colores y que nunca más jamás he vuelto a una Junta de Vecinos y por supuesto, nunca más jamás volveré a representar a nadie.

Decepcionante… Ir a una Junta de Vecinos y darte cuenta de cómo es la peña con la que convives suele ser muy decepcionante…

8 comentarios:

Anónimo dijo...


Las Juntas de propietarios, son los momentos en los que mas directamente puedes ver las miserias humanas.
Que facilidad tienes, para describir una realidad tan cercana, PRIMA

TORO SALVAJE dijo...

En las reuniones de comunidad aflora la realidad.
Lobos disfrazados de humanos.

Besos.

Ther dijo...

En unas semanas me toca reunión en mi nueva comunidad, en la que aún no conozco absolutamente a nadie.

Estoy deseando asomarme por allí y ver lo que se cuece...

Mara dijo...

Ther, yo no iria... Es mejor seguir sin conocer y si conoces que no sea en la Junta de Vecinos...

El 16 en discordia dijo...

Al igual que tu has dejado de ir a las juntas de vecinos,yo ya lo hice hace mucho tiempo(le he pasado el marrón a mi mujer).
Me parece una pérdida de tiempo enorme.
Cada uno trata de hacer entender al resto de que su problema es el más importante sin hacer ningún tipo de análisis de urgencia del resto.

Buen post.

Grandullón dijo...

Creo que fue por eso por lo que me fui a vivir a una casa sin comunidad . Mis problemas son mios y de nadie más .Las soluciones son mias y de nadie más .
Me he dado cuenta que cuando a un vecino le cae mal otro cualquier sugerencia o propuesta que este le haga la va a desestimar sin logica aparente .
¡Qué suerte tengo de no sufrir a los vecinos en donde vivo y quizás por ello todos nos llevamos razonablemente bien .
Besos.

Anónimo dijo...

Hola, no me conoces me llamo .......dejemoslo en Bimbo,,me encanta ..........corta te has quedado con los vecinos, llevo 12 años viviendo en esta mi comunidad y cada año me sorprendo más con los vecinos. Todo y cada uno de los años me digo lo mismo. EL PRÓXIMO AÑO NO BAJO. Pero vamos a dejar que los vecinos no pongan columpios, no talen los árboles o no dejen jugar en el patio?????????? Ni hablar. Creo que la mayoría somos normales y sabemos vivir en comunidad y los que asisten a las juntas son los aburridos que no saben que hacer con su vida y se dedican a tocarnos las narices, por eso voy cada año aunque me prometa a mi misma que al siguiente no vuelva. Besos

Mara dijo...

Bienvenida Bimbo!!! Me encanta que te hayas "atrevido" a comentar!!! Bienvenida a tu casa... Ponte cómoda!!!

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