lunes, 26 de septiembre de 2011

NO ME ENCUENTRO BIEN...

¿Quien se ha librado de una buena vomitona? Da igual que sea propia o ajena. Todos, en algún momento de nuestra miserable vida, o hemos estado al borde de la muerte por culpa de una vomitona, o hemos sujetado la cabeza de algún pobrecillo desgraciado que estaba echando hasta la primera lactancia por todos los agujeros de la cara.

Las sensaciones previas al vómito son iguales en todas las personas. Normalmente, te encuentras raro, te dan escalofríos, sudorcillos inexplicables y salivación a lo bestia… A veces tienes capacidad de reacción y te da tiempo a salir pitando hacia algún sitio escondido, preferiblemente un cuarto de baño, mientras te tragas las dos primeras embestidas… y a veces sale como un “sputnik” y no te da tiempo ni a parpadear, no te has dado cuenta y estás potando en la papelera de tu despacho…

Normalmente, el cuerpo humano es tan sabio, que si piensas detenidamente en lo que lo has ingerido, producto por producto, alguno habrá que te de un asco horrible y ese, es el que te ha caído en el estómago como una bomba, y tu pobre cuerpo ha sido incapaz de digerir…

Hay alimentos, que no se sabe muy bien porqué, son especiales para sentar como el culo, vease: los pimientos. Los pimientos son de las cosas más indigestas que se han podido plantar en un huerto. Da igual que sean rojos, amarillos o verdes… Los pimientos son “hirosimas” para el estómago. Vease: el ajo. El ajo, con independencia de que se te repita entre 6000 y 15000 veces en una tarde, sienta de pena, y además … el ajo se suda… Y la gente que cena ajo, por la mañana tiene un olorcillo corporal especial, que me da un “repelus” horrible… No soporto el olor corporal a ajo.

Y luego hay comidas cocinadas que son de meter en Soto del Real o Alcalá-Meco al cocinero, porque te dan una tarde/noche/mañana-del-dia-siguiente horribles, verbi gracia: el botillo: esa tripa de cerdo rellena de matanza debería estar prohibida por la Unión Europea. Por ejemplo: El cordero: porque por poco producto o añadido que lleve, te puede llevar a ti a la muerte más dolorosa gastronómicamente hablando.

Debo sacar de aquí las comidas flatulentas, como las coles de Bruselas, la coliflor, los garbanzos… porque eso dan la tarde al de lado del que los ha comido, pero el que los ha comido se queda como nuevo cada vez que “efluvia”…

Dicho lo cual, pasaré a analizar los distintos tipos de vomitonas, clasificándolas de las que “menos nos importan aguantar” a las que “no podemos ayudar al moribundo”:

1.- Las vomitonas de nuestros niños: Aparentemente no nos importan nada… Y un jamón!!! Una pota esparcida por toda la habitación a las 2 de la mañana, te hace replantearte muy seriamente, ese lado maravilloso que tiene la maternidad. Los niños, a diferencia de los adultos, son capaces de dormir hasta un nanosegundo antes de echar la pota. Es decir, ellos están durmiendo, abren los ojos, hacen el “geiser” y después te llaman… Es más, son capaces de hacer el “geiser” y seguir durmiendo… Y tú, que estás a dos o tres puertas cerradas de ellos, eres capaz de oler el “batiburrillo/chimichurri” que se ha montado, antes de que te avisen. No hay nada peor que entrar en la habitación de tu hijo, te pegue un bofetón a pota revenida y encontrarte su maravillosa cena, triturada y semidigestada, esparcida en la cama-almohada-colcha, chorreando por la pared, con sus peluches pingando y él con todo el pelo, los oidos, el pijama. Y te das cuenta de que no han masticado casi nada, porque los espaguetis están enteritos escurriéndose por el cabecero… Y … a la ducha sea la hora que sea! A cambiar la cama, a pasar la fregona, a coger el “espontex” para la alfombrita beige de pelillo que te has vuelto a arrepentir de haber comprado, y a por la palangana para ponerla en el suelo a la altura de la cabeza y decirle que la próxima vez que se encuentre regular, se gire hacia ella… Lo cual, sabes positivamente que no hará.

Por no hablar de la cantidad de pota que pueden llegar a echar… Mi madre siempre ha dicho que los niños se comen un yogur y vomitan un cubo. Y es verdad… Los ves tan pequeñitos, tan endebles, tan inofensivos…. Abren el grifo y no puedes entender que su estómago tenga capacidad para llevar tanta cantidad de sustancia dentro. Y venga a potar, y venga a potar… y tu le miras asustada: pero hijo, qué has cenado? Si sólo has tomado una tortilla francesa y un plátano, y aquí hay para dar de comer a todo un regimiento de Afganistan”.

Las potas de tus hijos, no te dan asco… te dan ternura, penita, pero nunca asco. Eres capaz de poner las manos en forma de cuenco para que tus niños echen la potilla, el problema es que haces con el regalito en tus manos una vez que te lo han “confiado”, miras a los lados mientras gotea entre tus dedos y nos sabes muy bien que hacer con ella.

2.- Las vomitonas propias: Aquí habrá discrepancias, porque habrá personas que prefieran ver potar a otro que a él mismo. Yo no. Yo tengo una capacidad increíble de vomitar y seguir andando como si nada, y la he demostrado en un par de ocasiones, ante la asombrada mirada de alguna amiga que no daba crédito a mi capacidad vomitadora. Por eso prefiero mil veces que me siente algo mal a mi, que al vecino.

Porque es verdad que hay personas totalmente impedidas para vomitar con normalidad, y que después de hacer todo tipo de aspavientos y convulsiones son incapaces de echar absolutamente nada por la boca. Los sonidos que emiten estas personas te hacen pensar que están sentadas en una máquina de tortura con alambres electrificados en las orejas, mientras trescientas ardillas les roen las uñas de los pies… Se meten en el cuarto de baño y empiezas a oir: “Brrrrgggrrrffrrruuuhhhaayyyggrrbuuurrnn!!!”.. y tú en la puerta: te ayudo?” … “Nooooooooooooo!” y otra vez “Brrrrgggrrrffrrruuuhhhaayyyggrrbuuurrnn!!!” … y tú sigues en la puerta como un perro faldero, no vaya a ser que se desplome y tú estés tan pancha en el salón haciéndote la manicura…

Bien es verdad, que según sea lo que haya que vomitar es más fácil o más difícil. Por ejemplo, puestos a vomitar yo prefiero que lo que haya que echar sean cinco brugales con limón o seis cervezas, porque es líquido, liquidísimo y salen con muchísima facilidad. Si es un gazpacho, la cosa se pone fea y turbia, y como tengas que potar un cocido montañés, un arroz con tomate o una hamburguesa con patatas, el tema se las trae con abalorios, las vas a pasar canutas y puedes entrar en barrena, echando cositas incluso por la nariz… Pero fuera de eso, lo que es el acto en si de vomitar, se me da genial, genial, genial… Y creo que soy de las pocas de la familia que lo puedo decir. Me levanto de una cena, poto, me vuelvo a sentar y sigo comiendo. No me despeino, y por supuesto, no se me corre el rimel… A algunas personas incluso, se le revientan las venitas de los ojos del esfuerzo… No es mi caso.

3.- Las vomitonas ajenas: Cuando hay pota ajena, depende de la circunstancia, puedes cooperar fácilmente o no. Puede ser un trabajito limpio y fácil o una auténtica tortura china para el potador y el potado (también llamado sujetapotas).

Si la cosa deviene de una noche de marcha, y el que sea se ha cogido un buen pedal o le han sentado mal las copas, basta con que le sujetes de la frente por detrás y le agarres del estómago, para que la cosa fluya. Sale maravillosamente y tú lo único que haces es sostenerle para que no se desplome, pero nada más…

Diferente es, cuando tienes que sostener un cuerpo que convulsiona de las arcadas secas de una gastroenteritis, cuando lo único que queda en el cuerpo es absolutamente nada, y el cuerpo quiere expulsar esa nada… Eso es la pera, porque por mucho que tu le digas a la persona que está echando la glotis por la boca, “venga, fenomenal, lo estás haciendo genial”, la otra persona no puede sentirse peor, y peor, y peor, y te mira con odio africano, o directamente te echa del cuarto de baño… Y los alaridos desesperados son como los que hacía el increíble Hulk cuando se transformaba en “La Masa”. Y no hay palabra de cariño o aliento que le consuele. En este caso, lo mejor que puedes hacer es marcharte, porque al final te van a acabar regañando a ti por haberte empeñado en ir a cenar al lugar donde le han envenenado.

Y después de este post… cualquiera cena colega! Se me ha puesto el cuerpo al verres totalmente…

(Menos mal que mañana comienza a cumplirse el segundo propósito de mi verano… Me las piro vampiroooooooooooo!)

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Doy fe de que tu capacidad "vomitadora" solo es comparable a mi asombro para ver que alguien pueda vomitar con tanta clase. Aún me cuesta creer que alguien con un discreto "blep" pueda ser capaz de sacar nada de un estómago maltratodo por esas ostras traidoras.¡¡¡PERO LO HE VISTO!!!
Una vez más y hasta para esto eres especial.

Mara dijo...

Tú si que eres especial!!!

Anónimo dijo...

La verdad es que las potas dan para un post, y para varios libros. Una variante buena son las potas en los coches... Yo recuerdo una propia, siendo muy niño, que por no decir que me estaba mareando, acabe soltando en la nuca del conductor, el padre de un amigo, que nunca mas me volvió a invitar el muy rencoroso...
Y en justa venganza, mis hijos, que han demostrado capacidad para con 2 o 3 años, llenar de pota una Grand Voyager... Y yo intentando remediarlo con una bolsa con agujeritos ... Así que aprovecha el viaje, y traete bolsitas del avión, que son cojonudas.

Beatrice dijo...

Pero tía que asco!!!!!!
Bueno si hay que hablar de vómitos se habla.
Los de mis hijos no me dan asco, me fastidian un horror por que como dices suelen ser a partir de las 2 de la mañana, justo cuando caigo en el sueño, que ya no es profundo por su culpa, y justo la noche que más agotada estás, con una previsión de día siguiente que da miedo mirar.
Esos son un estropicio, sobre todo cuando son en la cuna de barrotes, que aun limpiando barrote a barrote y levantando el colchón, no sabes de donde narices sigue fluyendo tan asqueroso liquido pastoso lleno de engrudo. Pero ahí está.
Los de los demás, pá ellos son. Procuro mirar a otro lado y dejarles consigo mismos, como me gusta que me dejen a mi, que vomiten lo más dignamente posible. Es algo que a cualquiera le pasa, no debemos darle más importancia.
Los que no soporto son los que te llegan por salpicadura. Esos que te dejan tu vestidito de fiesta hecho una fiesta.
La primera y última noche de Fin de Año que salí me alcanzó uno de esos y no repito la experiencia de asco que me dio, de rabia, de pena. Me entró una flojera que todavía la recuerdo. Cualquier noche del año me sirve para salir pero la última ya no, nunca más.

El 16 en discordia dijo...

Joder!!!!!!Cuando poto me pongo a morir.Emito todos esos ruiditos que has descrito tan bien y me parece que el estómago se me encoje y hasta termino con dolor de garganta sea lo que sea lo que estoy expulsando,sólido o líquido.

Uri Contini dijo...

Con respecto a este post sólo diré que lo único que llevo mal de mi amado Euskadi es aquello que me dicen según llego: Aupa, nos vamos de poteo?
Y claro uno intenta abstraerse de la imagen que le viene a la cabeza con el concepto poteo mientras degusta esos pintxos y zuritos, pero no hay manera...

En fin, que deberían denunciar a todos los Mc Donalds, Burguer Kings, Mike´s y hamburgeserías de barrio, porque, a ver quien con 16 años no le ha sentado mal la hamburguesa cuando ha llegado a casa "fino" y se lo ha soltado a su madre según ha llegado a casa mientras vomitaba bien a gusto el botellón de turno...

Uri Contini dijo...

Perdón por la repetición ha llegado, ha llegado...cosas de la escritura rápida!

Licencia Creative Commons
Este obra está bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 España.