En la mía, desde luego, es fundamental. Vivo con la música que, o bien está sonando físicamente por distintos aparatos, o bien está constantemente metida en mi cabeza.
Me levanto con música en el despertador. Normalmente, la canción que suena se me queda en la cabeza durante ducha y la tarareo. Bajo al coche, suena mi CD de música que he grabado especialmente para ir hasta el metro. Aparco y me pongo mi IPOD con mi música, sólo tiene 100 canciones, pero son espectaculares. No quiero incluir ninguna. No quiero quitar ninguna. Es MI música del metro.
Llego al trabajo. Enciendo el ordenador y sintonizo por Internet más música. Y si no lo hago, porque tengo mucho curro o me entretengo en algo, mi “supercompi Ro” me la pide… “Pon música anda, que con este silencio parece que estamos enfadadas”… Cuando entran los clientes siempre nos dicen “Qué marchón tenéis aquí!!!” Y da buen rollo. El hecho de entrar en un despacho y que esté sonando música marchosa da un buen rollo que te mueres. (Ni que decir tiene que nos han pillado bailando a mi compi y a mi más de una vez, más de dos, y más de tres… Es más, tenemos algún cliente que se anima al baile con muchísima facilidad…)
Termino la jornada laboral, vuelta al metro con el IPOD y me vuelvo a subir al coche… La canción sigue por donde estaba… Llego a casa, pongo música, bailo con mi ESTRELLA que me intenta imitar, y con mi PLANETA, al que intento imitar yo, porque tiene un ritmazo que te mueres.
En los viajes, siempre ponemos música. Hasta la de los niños me gusta. La ESTRELLA y el PLANETA se pelean por la próxima canción, y se saben las letras de todas de memoria, ya sean de niños y de mayores. En la moto me pongo los cascos… Parece que te evades del mundo, puedes incluso dejar de sentir frío o calor. (Aclaro que yo no conduzco, voy siempre de paquetillo).
La música te ayuda a superar momentos horribles; la música te ayuda a hundirte, voluntariamente, en la miseria más absoluta; la música te hace bailar hasta que se caen los pies; la música te ayuda a olvidar un mal rato; la música te hace recordar momentos que tienes dormidos en la memoria histórica de tu vida.
La música te hace sonreír, reir, llorar, sufrir, alegrarte, entristecerte, recordar… La música puede resumir tu vida y dividirla en momentos.
Mi vida sería, casi, perfecta, si cantase bien. Porque a todos los que nos gusta la música a lo bestia, nos encanta aprendernos las letras de las canciones y cantarlas a gritos. Las escuchamos atentamente, no las oímos como el que oye llover. Escuchamos las letras y nos las aplicamos a nuestra vida… Y al final, nos las aprendemos como si las hubiéramos compuesto nosotros mismos.
En alguna ocasión me he encontrado ante una manada de humanos en una parada de autobús mirándome, atónita y sin parpadear, mientras yo graznaba literalmente y a mandíbula batiente una canción de Bisbal dentro de mi coche. (Confieso que me apasiona Bisbal, pero hoy no es el día de hablar de cantantes, sino de la música en general)
Declaro abiertamente que canto mal, horroroso, fatal. Rematadamente mal. Relincho, rebuzno, ululo, carraspeo… Pero lo que yo hago, no es cantar. No tengo voz… O tengo una voz horrible para los cánticos, lo cual hace que mi frustración sea imposible de expresar… Susurro bien, eso si… Claro! No se me oye!!!
De pequeña, Papá me decía que el Cielo sería la cosa que más me gustara en el mundo, multiplicada por infinito, porque la podría hacer durante toda la Eternidad… Y ese era el premio por ser buena en la tierra. Si te gustaba esquiar, pues una pista maravillosa de nieve polvo para estar esquiando sin parar. Si te gustaba el fútbol, pues un campo enorme, con una hierba recién cortadita y todos los jugadores de tu equipo preferido para que jugaran contigo. Si eras una golosona, pues miles de helados de cucurucho o tarrina de los sabores que tú quisieras…
Yo tengo claro lo que haré… Si consigo llegar al Cielo… ¡¡¡Yo pediré un micrófono!!! Y cantaré y cantaré y cantaré y cantaré… ¿He dicho que cantaré? Y me vendrán a echar a la calle, porque como cante como en la tierra… Madre mía!!! Cuántos ángeles se van a dar de baja voluntariamente de mi nube … va a haber un montón de mudanzas celestiales.
Pues lo dicho, mientras esté en la tierra me limitaré a sentir la música, a aprenderme las canciones y a bailarlas sin parar. Y el que llegue al Cielo y me quiera encontrar, que no me busque con los ojos… ¡¡¡Qué ponga el oído, porque me pienso hinchar a cantarrrrrrrrrr!!!!
2 comentarios:
Yo recuerdo un fiat blanco surcando la meseta castellana en pleno estío del cual salían unas ¿notas musicales? interpretando por encima del casette (y estaba a todo lo que da)aquello de...esta es la historia, de Juan el Golosinaaaa....
Yo tambien lo recuerdo... Que buenos momentos nos dió el Fiat Truño verdad Uri!!!!
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