Desde pequeños nos han educado en la sonrisa, la cordialidad, la amabilidad y la cercanía con el prójimo… A mi por lo menos. De forma que hagas sentir a la gente a gusto contigo y como si les conocieras de toda la vida. Esto no es un esfuerzo… Es un esfuerzo, cuando tienes ocho años y tu madre te hace besar en el salón de casa a una merienda de quince amigas, y todas están opinando a quien te pareces, lo que has crecido desde la última vez que te vieron, lo guapa que estás, lo delgada… “El tipo igual, igual, igual que su madre”, “Pero los ojossssss, esos ojos son de padre totalmente, qué barbaridad!!!” Y tu aguantas el chaparrón, con una sonrisa inocente, deseando salir corriendo de allí… Esa sonrisa, con los años se traduce en saber estar, y cuando te dicen que los ojos son de tu padre, tu opinas que el pelo también, pero que las manos son igualitas que las de mami.
Hoy por hoy, la conversación fluye sola. Gracias a todas esas meriendas “infernales” has conseguido que le digan a tu madre… “Oye! Qué encanto tu niña!!!” Eso es un logro… Importante, para ti, y para tu educadora, que te lleva a todas partes sabiendo que lleva al lado un auténtico “animal social”.
Pero ¿qué ocurre en un ascensor sola con un perfecto desconocido del otro sexo?... Pues que no eres natural, porque lo normal es que le preguntaras como está y le afirmaras lo bien que le encuentras, pero como no le conoces de nada, en el fondo te da igual como esté y ni te has parado a mirar como se encuentra… Te importa dos mil pares de pepinos!!!”
La situación es muy incómoda. Entras en el ascensor. El habitáculo en si debe medir 1X1 o 1,5X1,5… no más… La cercanía ya es incómoda, porque la persona que sube contigo, casi invade ese espacio íntimo que pocas, muy pocas personas pueden invadir con naturalidad, porque es tuyo y solo tuyo.
“Hola ¿qué hay?”, “¿A qué piso va?” “Al 13”… y piensas: “joder, yo al 15!!!… Vaya viajecito nos espera…” Pulsas… Y se hace el silencio. El ascensor va lento, lentísimo… tarda una eternidad por piso. De repente te acuerdas que tienes móvil, y lo sacas… ¿para qué?, da igual, si no hay cobertura. Para nada, para moverte, para disimular, para que parezca que no hablas con él porque estás ocupadísima con tu móvil sin cobertura…
Cuando te das cuenta de que eres una ridícula, lo guardas y te pones a mirar la puerta… La puerta plateada de un ascensor… que no tiene nada, es una puerta y punto… Te das cuenta de que detrás tuyo hay un espejo, pero no te puedes poner a mirarte en el espejo!!! No tía, no… Sigues mirando la puerta. Te miras los zapatos, y la puerta… Mucha puerta… Concentración en la puerta…
Y en la planta 7ª se para… Por fin, alguien se va a subir… Se abren las puertas: “¿Bajan?”… y te dan ganas de gritar: “No estúpida, subo!!!! Súbete coño!!!!”. Sin embargo dices: “No, subimos”… “Ah…” Se cierran las puertas… Ahí sigues con tu acompañante ascensorista silencioso y taimado… Qué silencio… qué horror!!!
Para en la 9º planta otra vez… Y piensas “Otra imbécil!!!”… “Ay!!! Bajan?”… Y vuelves a gritar en tu fuero interno: “Qué noooooooo!!! No ves la flechita de encima de la puerta!!! Subooooooooo!!!”… Pero dices con una sonrisa: “No, subimos…”, “Ahhhhh!” Nada, está predestinado que nadie suba contigo y tu “amigo sin lengua”…
Por supuesto, a mitad de escalada ascensorista te das cuenta de que te estás mareando, y de que cada vez que se para el puñetero elevador, el estómago se te pone en la punta de la lengua y empiezas a salivar… ¡¡¡Qué bien!!! No sólo no le voy a hablar, sino que le voy a potar en los zapatos!!! Estupendo…
Ah! También se te han taponado los oídos, con lo cual mejor que no te hable porque estás como una tapia… Te haces la maniobra de Valsalva, esa que usas para abrirte los oidos en los aviones cuando se te taponan, y por supuesto, tus oidos pitan con el cambio de presión… Eterno. Se está haciendo eterno…
Por fin… Planta 13ª… “Hasta luego”, “Adios”… Media sonrisa y levantada de cejas. Se ha ido, te has quedado sola en el ascensor… qué gusto por favorrrrrr!!!!
Llegas a tu planta, y cuando te abren la puerta de tu destino dices: “Joder, he subido con un imbécil en el ascensor que te mueres!!!!” “¿Por qué?” No lo sabes, pero seguro que era un imbécil, porque no se ha dignado ni ha hablarte…
5 comentarios:
Yo me acuerdo del señor que regalaba pendientes a las chicas en los ascensores...
Hola Pdp....
Y no te cuento si el que te toca de acompañante ....huele a sudooooooor que te mueres.......sobre todo ahora claro, en veranitooooo!!!!!
bss
Que bueno y que cierto, por favor, me ha encantado! has conseguido sacarme una sonrisa enoooooorrrmmmeee.Estaba totalmente metida en la lectura cuando derrepente solte una carcajada( que ya sabes como son las mias....)en medio de la oficina, y todos mirandome.que risa...
Buenísimo María, a mi cada vez me da más alergia subir con alguien en el ascensor, tanto es así que a veces me subo cinco pisos a pie con tal de no coincidir con nadie. En cualquier caso si coindido con algien me pongo a mirar el móvil para disimular (por que en realidad no miro nada...)
yo lo del ascensor lo llevo fatal, porque la gente se vuelve muda? con lo que me gusta a mi hablar, se podía aprovechar ese tiempo muerto en hacer amistades, raras, eso si, pero la incomunicación me mata y encima no se silbar, que siempre es un recurso.
Publicar un comentario