¡¡¡Qué sensación tan maravillosa es la de estar enamorado!!!
Mi madre siempre ha dicho que hay dos cosas que no se pueden ocultar: el dinero y el amor. Y es totalmente cierto, porque si un día cualquiera te toca la lotería, puedes intentar que no se note, pero al final, se te nota. Empiezas a comprarte cosas, pero no zapatos y pantalones, no… Cambias de coche, de casa, empiezas a cenar en sitios carísimos, subes tu nivel de vida, y aunque tú creas que eres el mismo, los demás se dan perfectamente cuenta de que “algo” ha cambiado en ti y en tu situación.
En el amor pasa exactamente lo mismo.
Te brillan los ojos, te sientes guapo e invencible, te sientes más joven, vives en una nube, parece que flotas, te arreglas más, tienes luz propia… y si eso es correspondido, todo lo demás puede ir mal, que no te importa, porque tú tienes a tu amor, y tu amor te quiere. Y todo el mundo te lo nota, y te pregunta por el motivo de tu felicidad, y tú no sabes que contestar. Eres feliz y punto.
¿Y qué pasa cuando terminas con ese amor?
Si eres tú el que pone fin, porque te has dado cuenta de que ya no te gusta, de que, una vez que le has mirado bien, no era lo que tú pensabas, o sencillamente la “cosa” no funciona, pues borrón y cuenta nueva. Cero al cociente y bajo la cifra siguiente. Se acaba y se acaba… Tampoco sería pa’tanto si te has desenamorado tan rápidamente ¿no?
Pero … ¿y si te dejan cuando tú estás en plena ebullición? ¿y si lo tienes que dejar porque te has dado cuenta de que la situación es insostenible y no va a ningún lado, pero tú sigues enamorado? … Buaaaaa!!!! Eso es la muerte… No hay dolor comparable a tu dolor… No hay persona más desgraciada que tú… Nadie sabe por lo que estás pasando, porque nadie ha querido en la vida, como le has querido tú… Y .además, nadie te va a volver a hacer feliz, nunca, como lo has sido a su lado.
Llega el derrotismo más absoluto. Llega el Titanic y no hay ningun chaleco salvavidas para ti. No hay un tablón al que agarrarse… y te hundes… Y cuando crees que has tocado fondo, te das cuenta de que todavía te queda escarbar y tocar el infierno…
Dejas de comer, dejas de sentir, dejas de vivir y respiras por inercia… Tu vida deja de tener sentido. Dejas de vivir y empiezas a sobrevivir. Las horas no pasan en el reloj, vives mirando el móvil por si decide recular en su decisión. Y le buscas, le buscas por todas partes. Pasas con el coche por los sitios en los que crees que le puedes encontrar. Y solo ver su coche te consuela. Hablas con sus amigos, y esperas que te digan que se está, literalmente, muriendo. El día se te hace eterno, la noche más… Y escuchas sus canciones. Esas canciones que en un momento dado os unieron y formaron parte de vuestra maravillosa relación, y que hoy se clavan como cuchillos en tus oidos, y llegan directamente a tu corazón.
Y duele. El dolor del desamor, el dolor por un amor, es el peor que se puede sentir. Porque no hay Nolotil, Ibuprofeno ni Paracetamol que te lo calmen. Porque siendo un dolor físico, no es un dolor físico. No es un dolor muscular, no es una luxación de un hueso… Es un dolor vital. El agujero negro que sientes llega desde la garganta hasta el ombligo. Y ahí se queda instalado. Y cuesta respirar. Cuesta hablar. Cuesta caminar. Te arrastras, como un gusano. Literalmente, te pesan los zapatos. Nada te hace ilusión. Nada tiene sentido. Y los ojos se te “enguachinan” una media de dos mil veces por minuto. Y te quedas mirando al infinito, con la mirada perdida en recuerdos, vivencias, situaciones, momentos maravillosas que sabes que no van a volver.
Y empiezas a sentir pánico. Un pánico horrible a muchas cosas. En primer lugar a que te olvide, a que sea feliz sin ti, a que pueda vivir sin ti. Y te lo imaginas con sus amigos, riéndose, pasándoselo genial, y tú cada minuto estás mas incorporada al fango. En segundo lugar, sientes pánico a vivir sin él, a su pérdida, a tener que pasar el resto de tu vida sin él, sin su presencia, sin sus sonrisas, sin sus besos, sin sus caricias… Y la sensación de vértigo es horrible. Da vértigo asomarte a tu nueva vida, porque está vacía, no tiene sentido y está, totalmente, apagada.
Para todo esto, no hay consuelo. Por mucho que te digan, nada de lo que oigas te va a consolar. Y a cada uno que te intenta ayudar le acabas contestando: “¿Y tu que sabrás?” Lo tienes que pasar y punto. Es como el sarampión. No hay vacuna. A pelo, sin anestesia. Coge aire, coge fuerza. Hínchate a llorar todo lo que puedas… y adelante!!!
Se supera. El agujero negro, se acaba convirtiendo en un lunar. Y aunque tendemos a idealizar las situaciones y a las personas, al final te acabas dando cuenta de que puedes volver a vivir sin él, que tampoco es tan necesario, que la vida a su lado, tampoco era tan maravillosa … y que le olían los pies!!!! Y eso era imperdonable…
Cuesta un huevo, pero al final, se supera… El tiempo ayuda a superar todo… Pero qué mal se pasa durante ese tiempo.
3 comentarios:
Y cómo duele!, ni pastillas, ni consejos ni nada...efectivamente HAY QUE PASARLO...
Lo importante es que ese dolor no llegue a causar miedo a enamorarse:
"Es terrible una vida sin amor" (Moulin Rouge)
Hala Mara! Haciendo repaso de post que no he leído me he encontrado con éste. Qué identificada me siento! Me pasó en la facultad. Me dejó una tarde y estuve llorando un par de días. No podía parar. Incluso fui a una revisión de un examen y no podía dejar de llorar(qué vergüenza).
Pasar pasó pero dolió mogollón, así, justamente como lo has descrito.
besazos
Publicar un comentario