Una vez, hace muchos años, cuando Alfonso
Ussia escribía en ABC, junto con Jaime Campmany, leí un artículo suyo (suyo de
Ussia quiero decir) sobre el fax.
El fax acababa de llegar a España y era
bestial. De mis amigas, casi nadie tenía fax, porque en las casas no se solía
tener, pertenecía más al ámbito laboral.
Yo sí tenía fax en casa. Mi hermana
mayor-menor tenía un novio (que derivó en marido) y que estudiaba la carrera en
Miami… La pasta de teléfono era brutal, las facturas mareaban a un astronauta y,
finalmente, mi madre compró un fax para que aquella relación transoceánica
durase… La llamada por fax duraba dos minutos y podías escribir cartas
largas... muy largas y en dos minutos mandar cinco folios… Lo equivalente a una
conversación de 15 minutos.
La diferencia horaria hacía que por las
mañanas hubieras rollos enteros escritos por el suelo del salón de mi casa, y
que aquella enamorada se levantase feliz, arrancase el trozo de papel y se
volviese a su cuarto a leer… ¡¡¡Emocionada y feliz!!!
Aquel papel no era de folio, era un papel
especial con brillos que después de 48 horas al aire, se borraba todo lo
escrito… Aquel papel parecía que decía “este escrito se autoborrará pasados 2
días”.
Creo que yo nunca recibí un fax. Todos eran
para la Julieta de mi hogar.
Bueno, pues a lo que iba, leí un artículo de
Alfonso Ussia sobre el fax… básicamente poniendo a parir el fax. Se quejaba
porque la gente le escribía faxes a su casa que él no quería recibir, y además
esa misma gente le ponía a parir porque no contestaba… y él decía que estaba en
su pleno derecho de no contestar, y que también estaba en su pleno derecho de
no recibirlos, confesaba que se veía obligado a mentir diciéndole a la peña que
no tenía papel de fax y que por eso, no le llegaban sus cartas y cosas
similares.
Como no le gustaba estar mintiendo, al final,
después de intentar buscar una solución a la posibilidad de tener fax, pero no
recibir aleatoriamente cualquier mensaje, había decidido quitar de verdad el
rollo de papel del mismo… tenía fax pero sin folios o sin rollo, y cuando lo
quería usar, rechazaba todo lo que estuviera en cola y mandaba el fax a donde
él quería o recibía el fax de quien él quería.
Pensé que era un exagerado y que era un
prepotente estúpido… No me parecía tan tremendo recibir faxes, y mucho menos
tener que contestarlos… A mi me parecía hasta emocionante recibir algo y
después de ver a mi hermana feliz con sus papelotes matutinos, tenía hasta un
puntito de envidia… A mi nadie me escribía… con lo que me gusta escribir!!! Yo
contestaría con muchísima alegría a todo el mundo!!! Me encantaba el fax!!!
De esto han pasado muchos años… Tantos como
veinte años y hoy, nadie o casi nadie, tiene fax en casa… Ahora si que es
absurdo… Ahora con el móvil te enteras de todo según está pasando y el que
quiere encontrarte, te manda un whatsapp.
Lo del whatsapp es de coña… Pero de coña
marinera colega!!!
El otro día me dejé el móvil en casa por
error, y además me lo dejé encendido cargando. Cuando llegué al curro, en un
primer momento entré en shock anafiláctico, después sudé, vomité, me pedorreé y
cuando me dí cuenta de que antes íbamos sin móvil a todas partes y no pasaba
nada, mandé un par de emails a las personas más importantes de mi vida para
advertirles de que me había dejado el móvil en casa, llamé a mi madre para que
no panicase si no le cogía el phone, avisé a un par de personas más… y fuera!!!
Todos los importantes de mi vida sabían donde localizarme si había una
urgencia, por tanto, lo que entrase por el móvil, no era urgente.
Me marché de mi dulce hogar a las 7.45 por la
mañana y volví a casa a las 19.50 por la tarde…
¿Sabéis cuantos whatsapp tenía? …
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡DOSCIENTOS
CUARENTA Y OCHOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!
248… 248… 248…
Confieso que tuve la tentación de darle a
“eliminar aplicación” y dejar de tener whatsapp pa los restos… Sé que no era la
mejor solución pero la tentación rondó por la yema de mi dedo… Sin leerlos aún,
me fui a ver a la ESTRELLA y al PLANETA que estaban haciendo los deberes… y
cuando empezaron con el turno de las duchas, me senté en el salón a leerlos,
porque había que leérselos y ver de qué trataban…
Nada era importante, nada era urgente, ni
mortal de necesidad… Había chistes varios… Videos varios… Fotos varias…
Los chats estaban echando humo…
Había de todo un poco… Cosas interesantes…
Cosas graciosas… Informaciones varias… Chorradas múltiples… Compraventa de
perros abandonados con fotos que te parten el alma… Dudas sobre si toca pantalón
corto o largo… Preguntas sobre la posibilidad de plantar una maceta a lo largo
de la mañana… Mogollón de cosas… Algunas personas me habían escrito por la
mañana algo, me habían preguntado si estaba viva a mediodía, y por la tarde
sólo querían saber si me había enfadado con ellas porque no contestaba a nada…
Tenía 248 mensajes de distintas personas que
querían comunicarme algo a mi, en soledad o a mi en compañía de otras… Había
mensajes para mi y mensajes para grupos con los que comparto algo… Un hijo en
4º de primaria, una hija en 1º de la ESO, un viaje, un partido de futbol, un
cine, una comida los jueves…
Y pensé “menos mal que todavía no hay Spam ni
anuncios en el whatsapp, porque sería de morir colega!!!” Esos no quieren
comunicarme a mi, a Mara, a esos les da igual “so que arre”, lo único que
quieren es llegar a ti, como ser humano en general que usa un móvil, no a la
persona que hay detrás del móvil como única en el mundo.
No sé si contesté a alguno de los 248
mensajes. No me acuerdo de eso, pero si me acordé de Ussia y de sus quejas
sobre el fax… y las entendí… Veinte años después entendí que Ussia no quisiera
contestar a todos aquellos que le habían mandado un fax, y también entendí que
no quisiera recibir muchas de las cosas que le entraban directamente al salón
de su casa por el fax…
Pues encima, ahora whatsapp nos lo pone más
jodido marcando con doble click azul cuando has leído el mensaje y dejándote
con el culo al aire cuando no contestas a tu interlocutor. De verdad que estoy
a punto de darle a “Eliminar aplicación”