Hoy cierro los ojos y miró atrás, muy atrás…
tan atrás que yo no había nacido… Ni yo, ni nadie de los que aquí habitamos…
Hoy me remonto a un acontecimiento lejano y
conocido por todos… Y me quiero imaginar cómo sería aquel momento y los
sentimientos de los que allí estaban…
Imagino una casita de barro, pequeña,
luminosa, puesta con mimo y cuidado. Con una cortinas y una puerta de madera.
Imagino a una niña, llamada María, bellísima,
morena, sentada y cosiendo ropita para el bebé que va a llegar, y bajo la
atenta mirada de su madre Ana, ir dando puntadas a una sabanita blanca.
Imagino una cunita de madera tallada con mimo
por el padre, José.
Imagino a José, mayor que María. Le imagino
como un hombre tranquilo y bueno.
Imagino calor… seguro que hacía calor… no
mucho, pero seguro que había sol y luz… y paz, mucha paz… En esa casita de
barro se respiraba paz… La paz y la tranquilidad que dan las cosas bien hechas.
Imagino a María expectante ante la llegada de
su hijo. Con los nervios propios de una primeriza, pero con la confianza y
entrega absoluta hacia el proyecto que le habían encomendado.
Imagino a su madre Ana, cruzando todas las
mañanas a casa de María para ver cómo había descansado su niña, y a su padre,
Joaquín, diciéndole a Ana que deje un poco en paz a María, que no sea tan
pesada, que José es un buen hombre y que cualquier novedad se la harían saber
al instante.
Imagino la sorpresa de María al conocer que
por un edicto, debían abandonar en ese momento su casa de Nazaret y ponerse
camino de Judea para empadronarse. Quizá tuvo un momento de desconcierto y
miedo… El niño estaba a punto de llegar y lo tenía todo preparado en su casita
de barro, y de pronto, debía coger las cuatro cosas básicas y marcharse de
viaje.
Imagino que María iría a casa de madre,
asustada, para decirle que debía marcharse inmediatamente, y que su madre, más
asustada todavía, le recomendaría que se esperase un poco. El camino era largo
y el bebé estaba a punto de nacer, pero María sabía que las cosas no pasaban al
azar, que todo tenía un sentido y que si aquel edicto había salido en aquel
momento, no era por casualidad, sino porque algo grande iba a suceder… Nada en
la vida de María era al “tun-tun”.
Imagino que María, como buena madre, todo lo
que cogió sería para el niño… Ella llevaría pocas cosas para ella misma… Ya lo
lavaría más adelante en un río o en un pozo… Seguro que todo el hatillo estaba
lleno de ropita del bebé.
Imagino un camino agotador por los campos de
Israel, cruzando valles y montañas… con polvo… y María en aquel borrico, a
punto de dar a luz, con molestias, con cansancio, callada y mirando a José con
una sonrisa tranquilizadora.
Imagino a José preocupado e incluso asustado…
Él no sabía nada de nacimientos de niños y se había tenido que alejar de la
madre de María, que seguramente iba a estar pendiente de todo… Ahora se estaría
arrepintiendo de haber pensado que su suegra era un poco pesada, y le daba
vértigo haberse quedado él solo con su mujer, que era una niña, su niña, y a la
preocupación del nacimiento en si, se le sumaba la incógnita de donde
encontraría un lugar para que María pasara la noche y lo que es peor, tuviera a
su bebé si éste decidía nacer.
Seguro que intentaría correr todo lo posible
para llegar a su aldea, y encontrar una posada, un hostal, la casa de unos
amigos, cualquier lugar un poco acogedor… pero los caminos debían estar llenos
de familias con carros, caballos, bártulos, burros que tenían la misma prisa
que él por llegar.
Además él llevaba a María, que en sus
entrañas portaba a su futuro bebé y debía ir con más cuidado que los demás.
Seguro que mucha gente les adelantaba, y José con su infinita paciencia se daba
cuenta de que no era bueno, por María, hacer al burro trotar, y empezó a ser
consciente de que aquello pintaba mal.
José debía estar realmente preocupado.
Imagino que cuando empezó a caer la tarde,
José optaría por buscar un lugar para pasar la noche, y que poco a poco fue
dándose cuenta de que iba a ser difícil acoplar a su mujer, y sus escasos
enseres, en algún lugar un poco digno, y por ello, al ver aquel establo,
decidió no perder más tiempo, y ponerse a trabajar, ya que con las pajas podría
hacer una camita para que María descansase de aquel agotador viaje.
Y en mitad de la noche, el bebé nació… Allí
mismo… Lejos de su vida, de su madre, de sus amigas, de las comodidades de su
casita de barro… Sólo ella y su marido… Sin nada ni nadie más.
Y entonces, imagino que María le encontró
sentido a todo lo que había sucedido. Entendió que la humildad sería uno de los
puntos principales de su vida y empezaba ese día, porque su hijo, que era el
Hijo de Dios en la tierra, había elegido nacer en un establo, rodeado de
animales, en lugar de nacer en un palacio, rodeado de criadas y vasallos.
Así imagino yo que fue la llegada del Niño
Jesús a la tierra.
¡¡¡Feliz Navidad para todos!!!
¡¡¡Feliz Navidad papi...!!! (Te sigo echando de menos...)
¡¡¡Feliz Navidad papi...!!! (Te sigo echando de menos...)
9 comentarios:
Feliz navidad¡¡¡ Un besazo
Imaginar no cuesta nada.Y si además las cosas que imaginas,son tan bonitas como esta,cuestan aún menos.
Feliz Navidad para todos.
Bonito post.
Besos.
Feliz NOCHEBUENA, feliz Navidad.
Un beso PRIMA
Qué bonito, de verdad.
Feliz Navidad!
uau! Me he emocionado, tengo los ojos encharcaditos.
Feliz Navidad (atrasada).
Me encanta tu imaginación y estoy segura que algo así debió suceder.
Un besazo Mara. Smuuuuuuuuak!
Qué bonito Mara. Nunca había "imaginado".
Felices Fuestas a todos!!!!
Me encanta Mara. Me gusta tu manera de ver la Navidad, yo nunca me había parado a pensar en la historia de antes, en Nazaret. Me ha gustado mucho, de verdad.
. COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
EN LA CONDUCCION DIARIA
Cada señalización luminosa es un acto de conciencia
Ejemplo:
Ceder el paso a un peatón.
Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.
Poner un intermitente
Cada vez que cedes el paso a un peatón
o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.
Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.
Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.
Atentamente:
Joaquin Gorreta 55 años
Publicar un comentario