LO BUSQUÉ

Lo busqué, juro que lo busqué.

Por todas partes, en todas las esquinas de aquel piso de sesenta metros cuadrados que me había hecho tan feliz.

Tenía la esperanza de que todavía estuviera allí, y lo busqué. Desesperadamente lo busqué. Necesitaba sentirlo de nuevo. Necesitaba saber que no se había ido.

Lo busqué en silencio, para no molestar por si estaba descansando. Entré en el salón, y allí no estaba. Abrí las puertas de todas las habitaciones, primero de la cocina, no había ni rastro, después del cuarto de baño, tampoco se encontraba allí, y finalmente entré en el dormitorio, él estaba echado en la cama, dormido, pero allí tampoco estaba. Me sentí tentada de salir a la terraza, sabiendo positivamente que allí no lo iba a encontrar seguro.

Lo busqué, prometo que lo busqué.

Con la respiración entrecortada, pasee de nuevo por todos los rincones del apartamento, no queriendo darme cuenta de que ya no estaba. No podía soportar el dolor de su ausencia, y lo busqué, con lágrimas en los ojos.

Pero se había ido. El olor del hogar, el olor de la confianza, el olor de su presencia, el olor de su amor se había ido. Su olor se había marchado y entonces, supe que yo tampoco quería permanecer alli y también me marché.