lunes, 7 de enero de 2013

LA NATA

Hace mucho que no escribo sobre algo que “No soporto”… Y no porque me haya vuelto super-soportaticia, que vaaaaaaaaaaaaa!!! Es que no quiero hacer escritos negativos cada dos por tres (seis). Pero los haría!!! Cada vez soy más intransigente con determinadas cosas…

El de hoy tiene todo su motivo, porque hoy me ha vuelto a pasar. Tomándome tranquilamente mi café matutino, en la terraza de mi casa, con mi cigarrito, mientras el frío de la mañana me despertaba y la niebla me impedía ver el sol y que me diera en la cara y yo pensaba en …. No sé, algo maravilloso seguro… Pues, eso, que mientras vivía ese momento idílico, al dar un sorbito a mi café, me he encontrado NATAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!

Puaj, puaj, puaj, repuaj, requetepuaj!!!!!

¡¡¡¡¡No soporto la NATAAAAAAAAAA en el caféééééééééééé!!!!!

Mi café es “especial” para que no tenga nata… Me lo hago con cariño y precisión, para que carezca de ella, es decir, es café con leche fría de la nevera desnatada (y no es superdesnatada, porque todavía no la fabrican)… No caliento la leche, NUNCA, porque siempre, siempre, siempre, sale nata. Siempre! Y quien diga lo contrario, miente como un bellaco! Le pongo leche desnatada para evitar que salga la dichosa nata… Pues sale.

¿¿¿¿¿¿¿Por qué hoy mi café tenía NATAAAAAAAAAAA??????

La ESTRELLA se ha partido de risa, porque las arcadas las han debido oir en toda la comunidad de vecinos…

¡¡¡¡¡¡¡Me repuuuuuuuuuuuuugna la NATAAAAAAA!!!!

Cuando uno va a beber, su cerebro hace “clic” y sabe que solo va a ingerir líquidos por esa boquita, por tanto, ante lo inesperado de algo sólido en una bebida, mi meninge hace que me imagine que me estoy tragando cualquier cosa, y de la repulsión que me da esa sensación, tanto el líquido que todavía contiene mi boca, como el que baja por traquea y esófago, hasta el que se halla depositado en el estómago, se revuelven dentro de mi, y cual geyser de Groenlandia, sale disparado hacia fuera, poniendo pingando todo lo que se encuentre a menos de cinco metros a mi alrededor.

Es inevitable e incontrolable. Sale despedido… Y si, por milagro e intermediación de la Virgen de Fátima, consigo mantenerlo dentro, las arcadas que me produce la sensación vivida y la imaginación que yo le aporto al tema, consiguen que sin lugar a dudas, y sin vergüenza, pote todo en menos de treinta segundos.

¡¡¡Qué se le va a hacer!!! ¡¡¡Me han dibujado así!!!

Y ahora pregunto a quien quiera responder… ¿Hay algo más asqueroso que encontrarse tropezoncillos de lo que sea en un líquido? ¿Existe una cosa más repugnante que esa telilla blanquecina y viscosa que produce la leche en sus cambios de temperatura y que entra en la boca a traición sin ser esperada ni bien recibida? ¿Hay algo más repulsivo que estar desayunando con alguien y verle tomarse un café, y que de la comisura de la boca le salga un pingajo blanco (o de color “cafeconleche” que también existe) y que tenga que recogerlo, rápidamente, con la lengua en plan “¿aquenomehasvisto?”?

Me gusta el helado de nata. Me gusta la nata montada de los dulces. Me gusta la nata líquida para cocinar…

¡¡¡¡¡¡¡¡¡Pero la nata de la lecheeeeeeee!!!!!!! ¡¡¡¡¡Buaaaaaaa colegaaaaa!!!!!!! ¡¡¡¡¡¡Me espeluuuuuuuuuuuznaaaaaaaaaaa!!!

Y es un trauma infantil… ¡¡¡¡¡¡Siiiiiiii!!!! La culpa la tiene esa dura infancia desayunante que he padecido…

De pequeña, en el pueblo cántabro de mi alma, mis superiores se emperraban en comprar a un vaquero ordeñador, lecheeeee de vacaaaaaa reciénnnnnnnnnn exprimidaaaaaaa!!!!!!! Y nos la traían todas las mañanassssssss ¡¡¡¡¡¡¡Diosssssss Míooooooooo!!! Si me concentro todavía la hueloooooooo!!!! A vacaaaaaaaaaa!!!! Vacaaaaa lecheraaaaaaa!!!!! Era horribleeeee!!!! Que sufrimiento matutinooooooooooo… Y lo peor, era que para quitarle “miasmas” (por no decir, mierdas de la naturaleza andante y vacuna) la cocíannnnnnnnn!!!!!! Ajjjjjjjj!!!! Hay algo peor que el olor de la leche cociéndoseeeeeeeeeee o hirviendoooooo!!!!! Uyyyyyyyy!!! Voy a potarrrrrrrrrrr!!!!!!!

Y mi abuela, que era un ser maravilloso y excepcional, se untaba esa nata que salía de esa leche en unas tostadas con azúcarrrrrrrrr!!!!!! ¡¡¡¡Y yo lo veíaaaaaaa!!!! ¡¡¡¡¡¡¡Todas las mañanassssssss de mis veranos de tres meses durante quince añossssssss!!!!! Y aunque me colaban, y me colaban, y me colaban esa leche de vaca de mierda, siempre, siempre, siempre, tenía nataaaaaaaaaaaa!!!!! Es un recuerdo infantil horroroso que tengo metido en el cerebelo para siempre jamás y que nunca podré olvidar… ¡¡¡La nata de la leche de la vaca de las pelotas!!!

Y que conste que la escritura de este post me ha producido algún que otro escalofrío, retortijón y arcada…

Ujjj!!! Buaaaa!!! Bufff!! Pruuummm!!!

¡¡¡Qué ajjjjjjjco colega!!! ¡¡¡Este post ha sido pa’potar!!!

(No se que me pasa, pero el ordenador no me deja colgar fotos... Mente superior, domina a mente inferior)

8 comentarios:

El 16 en discordia dijo...

Yo tampoco puedo con la nata en el café.
Después de calentar el café con muy poca leche en el microondas,lo tengo que colar y aún así aprieto los labios todo lo que puedo para que no entre en mi boca nada más que líquido.
Me dan arcadas solo de pensarlo.
Buen post.

Tita dijo...

Me pasa lo mismo, me gusta la nata montada, lo que sea, pero no puedo con la del café. Y eso que también lo tomo desnatado!!

De pequeña lo pasaba fatal, y mi madre me regañaba. Recuerdo cuando vino una de mis tías de visita y le pidió colador a mi madre para colarse la leche ¡aún lo recuerdo! ¡había un invento para quitarlo y mi madre no me lo había dicho!

Desde entonces mi madre siempre le hecha en cara a mi tía que por su culpa me puse boba con el colador, que no podía ir a ningún sitio sin él. Y yo siempre digo que gracias a mi tía dejé de tener tantas arcadas.
Besos

Patty dijo...

Yo tampoco soporto la nata. Si tomo semidesnatada no la caliento, y si tomo desnatada sí. Pero suelo elegir la primera opción, a sí que...
Pero te comprendo y mucho.

TORO SALVAJE dijo...

No puedo con ella.
Ahora ya me da igual porque hace siglos que no bebo leche pero de pequeño me daban arcadas....

Puagggggggggggggggg

Besos.

Uri Contini dijo...

Yo de muuuy pequeño veraneaba en Potes (antes de hacerlo en el pueblo de tu alma, mira si hace milenios...) y también me traían leche recién exprimida, yo le decía a mi madre que no quería leche de vaca, que quería leche de tienda. Le ponía Nesquik, pero ni por esas, la leche de vaca recién exprimida no es líquida ni sólida, es de un estado semiviscoso de textura similar al salmorejo para aquellos que no hayan conocido la Cantabrolandia rural.
Y ya puestos a hablar de cochinerías varias, sí que hay algo peor que tomar la nata en un café, a saber: cuando esa botella lleva la dudosa temporada de una semana en la nevera (una semana crees tú, pero entre puentes y días fuera de casa lleva 20 días) y te la juegas como el Litri y tachán...está agriada. Mientras la vacías por el fregadero y tu estómago está retorcido cual esponja y los efluvios emanan del sumidero te perjuras que nunca mais volverás a coger una botella de la nevera con la más mínima duda de que esté pocha...hasta el próximo puente claro.

rapa dijo...

solo una aclaración.

La leche nunca es recién exprimida (aunque si parezca que te expriman cuando das de mamar).
Las vacas son ordeñadas, y la leche está recién ordeñada.
Y a mí me encantaba.
Besos

Mara dijo...

Rapa, gracias por la aclaración... Cuando te vayas familiarizando poco a poco con el blog te darás cuenta de que hablo por aproximación... Ordenar y exprimir son "sinónimos" ya que ambas buscan sacarle el "jugo" a algo, por eso las vacas se exprimen y las naranjas se ordeñan...
Un beso y bienvenida al Blog (creo que eres chica... )

Irene dijo...

Supersoportaticiaaaaaaa. De verdad que me empieza a dar "respeto" tanta similitud, o quizá todos tenemos cosas en común porque vivimos cosas parecidas y yo les encuentro más igualdades de lo que en realidad son.
Recuerdo con horror los domingos por la noche cuando llegábamos a Madrid del pueblo de mi madre y mi pobre padre(también lo recuerda con horror) tenía que hervir la leche. Aaaaaaaaarg, qué olor me has hecho recordar.
Abrazo!

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