lunes, 16 de abril de 2012

TRANSPORTANDOME PUBLICAMENTE

No soporto el metro... Ese medio de transporte infernal y terraqueo, que no terrestre, en el que me veo obligada a meterme todas las mañanas laborables de mi vida, y en el que paso entre 25 minutos hasta... no se sabe bien, porque cuando el metro se rompe nunca sabes cuanto tiempo puedes llegar a tardar en volver a salir al aire puro que se respira en la calle. 

Porque, efectivamente, para aire puro el de la calle, aunque esa calle sea de Madrid y lleve sin llover más de tres meses... Que claramente no es el caso, porque este fin de semana ha llegado incluso a granizar, y con una potencia tan brutal que yo he temido por las ventanas de mi dulce hogar...

Pues eso, que cuando llevas metida dentro del Metro más de media hora, cualquier aire libre es considerado como puro, purísimo, lo más puro que te imagines... 

Hay muchas formas de distinguir a los usuarios habituales del metro, hay algunos que, como yo, no querrían estar allí ni muertos, y hay otros, que disfrutan del metro, y yo, les envidio, de verdad que me dan una envidia tremenda, porque no puedo entender esa felicidad manifiesta que tienen cuando vamos todos como almendras garrapiñadas en bolsa, pegados o endosados unos sobre otros, e invidiéndonos recíprocamente ese espacio vital que está reservado para unos pocos, muy pocos...

Efectivamente, hay un espacio vital de cada persona, que es absolutamente necesario mantener aislado de los demás para no sentirnos invadidos e incluso violados, y ese espacio vital pueden romperlo con naturalidad pocas, poquísimas personas... Solamente tus hijos y la persona de la que estás enamorada puede meterse en ese espacio y campar a sus anchas, el resto son extraños que no quieres tener ni muerta dentro de "tu espacio vital"... Bueno pues en el metro, este espacio se reduce hasta casi, casi desaparecer, y sientes que tu intimidad está totalmente ultrajada, sobretodo si "viajas" en hora punta...

Estos días en los que he tenido mi ordenador "mediopensionista" he aprovechado para tomar notas de la peña que veo por las mañanas en el metro. Solo han sido dos pares de trayectos pero han dado para mucho, muchísisisisimo...

Y así he podido ver:

1.- Los incómodos: hay gente que se cree que va sola, que no hay nadie más en el vagón, que sólo ellos han decidido esa mañana coger el metro, y por tanto pueden moverse a su antojo por el mismo... Dentro de estos tenemos varios tipos: los que se mueven sin parar porque se creen que están solos; los que se paran como un semáforo en las puertas de acceso y no te dejan salir ni entrar; los que saltan por encima tuyo cuando la puerta se abre y te arrasan a ti, a tu abrigo, a tu paraguas y a tu bolso, y por supuesto, te arrancan de cuajo los cascos que contienen esa maravillosa música que te ayuda a abstraerte totalmente del lugar en el que te hallas; los que van hablando con alguien y dan unos gritos tremendos, de manera que te apetece hasta meterte en la conversación e incluso opinar; los que dan gritos por el móvil al otro interlocutor; los que huelen, mal o bien, pero huelen mogollón y además ese olor intenso, a lo que sea, se te queda incrustado en la pituitaria y te lo llevas puesto al curro, y te acompaña durante unas horas (sobretodo cuando es malo o es a pachuli). 

(En cuanto a los olorosos, y especialmente, a los mal-olorosos yo me pregunto... ¿si huelen así en invierno que estamos todos tapaditos, como será el desmadre veraniego, cuando salgan sus axilas al viento? ¿Y sus mujeres o maridos? ¿No les dicen nada? Reconozco que estos me repugnan...) 

Sigo con los incómodos: los que llevan una bolsita colgando del brazo a modo de péndulo, y te van dando golpecitos rítmicos (toc, toc, toc), y tú te mueves de sitio, pero la bolsa amplia su parábola y te sigue dando (toc, toc, toc), y te vuelves a mover, y miras al pollo con odio africano y con ganas de gritarle "¡¡¡Puedes por favor controlar la mierda esa que llevas colgando del brazoooo?!!!"; los que se cruzan y se tiran en plancha para conseguir un asiento que está al otro lado del vagón o para apoyarse en la columnita que hay al lado de las puertas de acceso, y yo a estos los entiendo, porque efectivamente, es milagroso sentarse en el metro, y una gozada apoyarse en la columna, pero, yo me pregunto ... ¿es necesario triturar al prójimo y empotrarle literalmente contra la barra central para ello?. 

También dentro de los incómodos encontramos los que se comen los mocos, se meten los dedos en las orejas y se huelen lo que sacan, se rascan y se quitan la roña o caspa de la uñas... y algunos se la comen!!!! Estos son de requetepotar... y no sólo están dentro de los coches, también en el metro encontramos hambrientos de estos a todas horas... Hay mucho alérgico o acatarrado que están sorbiendo los desechos nasales durante todo el viajecito, y te dan ganan de girarte y decirle "hoy no cenarás no? Porque... ¡¡¡vaya banquete te estás pegando cerdo!!!". 

Tremendos son los que viajan con bultos o maletas enormes, porque tal cual las sueltan en el suelo, no las vuelven a coger en sus manos y "allátú" y tu capacidad infinita de saltar el bártulo para poder salir del vagón en tu parada, y por último, esos que son requetechulos y no se agarran a las barritas plateadas, y por tanto, en cada frenazo te golpean, te pisan, se te caen encima, y aunque te piden perdón mil veces, ellos siguen sin agarrarse, porque... buenos son ellos... 

2.- Los sexuales: De estos hay de dos tipos, los que van solos y los que van acompañados... Los que van solos son repugnantes, porque se te arriman como los toros, se acercan, se acercan, y zas! te clavan sus atributos contra tu pierna, y tú miras la banderilla que te acaban de poner, y miras al pollo a la cara como "te crees que soy imbecil y no lo estoy notando o que?"... pero no! No se van a dar por vencidos con una simple mirada y siguen allí... Encantados de haberte encontrado. Y después están los que van acompañados... Estos, literalmente, se fagocitan dentro del metro y tú les miras con una mezcla de "qué verguenza" y "qué envidia", que es difícil distinguir cual prima sobre cual, porque en ese momento, para aquellos dos no hay nada más en el mundo que el otro, y eso es el amor en su estado más animal y es la pera, pero por otra parte piensas que no es el lugar apropiado para demostrar esos sentimientos tan irrefrenables y básicos... Pero bueno, siempre se ha dicho que "en la guerra, cualquier agujero es trinchera"...

3.- Los normales: Son aquellos que darían lo que fuera por no estar allí en ese momento y llevan cascos, y miran su móvil porque o bien están jugando al sudoku, o están viendo una peli, o están leyendo un libro o blog... cualquier cosa, menos intentar disfrutar de lo que nos rodea... 

Porque de verdad, de verdad, de verdad... el Metro en hora punta es totalmente insoportable...

5 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Estoy de acuerdo.
En hora punta es insoportable.
De todas formas el metro es un reflejo de la sociedad que somos.
Ahí nos podemos ver todos juntitos en nuestra insignificancia demoledora.

Besos.

Uri Contini dijo...

Mi perspectiva con respecto al metro no puede ser igual que la tuya, a saber, yo sólo voy a ciudades con metro cuando estoy de vacaciones o de ocio, lo cual hace que cuando me subo a un metro sea una especie de "fiesta" que rompe mi rutina, viene a ser uno los síntomas de chico de provincias que aún queda de mi infancia (ir a Madrid de niño significaba básicamente tres cosas cósmicas que sólo podías hacer en la capital: Ir a McDonalds, ver el cortilandia y subirte al metro. De estas tres sólo queda la última en el niño que sigo siendo).

Hay metros y metros, y estaciones y estaciones, no es lo mismo subirte en Louvre en París que no sabes si sigues en el museo que bajarte en Nueva Numancia claro...

De todos modos tengo debilidad por dos metros por motivos diferentes: El de Bilbao que sigue inmaculado en todas sus estaciones, que es comodísimo, no suele ir saturado y funciona las 24 horas los findes (porque son de Bilbao).
El de Tokyo (que a pesar de tener 3 redes que se entrelazan y parece el laberinto del chinotauro, bueno del japotauro en este caso) tiene algo que me encanta: Está absolutamente prohibido hablar por el móvil dentro, lo cual es una maravilla no tener que oir conversaciones absurdas del tipo (Estoy en Atocha, ahora estoy en Antón Martín...ya lo veo LERDO)aunque eso sí, no sé si compensa porque les chiflan las campanillas y soniquetes, cuando se acerca la próxima parada parece que te han tocado las tres cirsas en la tragaperras.
En fin, que para mi el metro es bueno rollo...porque implica vacaciones!

sin más palabras dijo...

Afortunadamente una Servidora no tiene que ir en metro a currar, voy en coche y no tengo la misma perspectiva que tú al respecto del “apiñamiento garrapañil” del día cotidiano. Pero si es cierto, que el metro lo utilizo para los fines de semana si vamos a movernos un sábado por el mismico centro. Allí que nos vamos la familia Ninja más reapañaos que todas las cosas en el metro a darnos una pateadita por el centro y claro, como vas al “centro” te encuentras saturado de personal que te quiere meter dentro de un bolsillo, por los empujones que dan …. En verano, a tu cuestión sobre los olores, te aseguro que es mortal. Tienes al compadre de al lado, que ya le canta el alerón y aún no ha subido el brazo, ganas dan de decirle .-no se preocupe Ud. (ante todo educación) no levante Ud. el brazo para agarrarse a nada, ya si eso… le sujeto yo.- Pero con lo que no puedo, no puedo, no puedo, es con la gente que va escuchando música sin los auriculares. Porqué tengo yo que escuchar tu bachata, tu poki-poki o a Camela?, que nooo que no me gusta. Anda ya hombre……………….

El 16 en discordia dijo...

Joder!!!!Que divertido.
¡METRO AL POZO YA!

el chico de la consuelo dijo...

Yo es que soy un joven impresionable de provincias y me encanta ir en metro.
Lo digo en serio y eso que en mi ultima excursion under ground me partí las narices rodando por las escaleras.

Licencia Creative Commons
Este obra está bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 España.